El otro día leía
a uno de los grandes entrenadores y motivadores
en ventas de los Estados
Unidos, Brian Tracy, y una de sus citas me llamó poderosamente
la atención:
“Una de las grandes
tragedias de la venta, es que muchos vendedores se pasan la vida vendiendo,
y no se les ocurre que pueden volverse buenos en ella…”
Y una de las reflexiones al
respecto de lo anterior es, precisamente, que uno de los grandes males
de la profesión de ventas está representado por aquellos
que se integran a ésta pero que no se preparan suficientemente.
Como si pensaran que el simple hecho de llamarse vendedores ya los va a
convertir verdaderamente en uno de ellos.
Si en lugar de ser profesionales
de la venta fueran profesionales de la medicina, la abogacía o la
contaduría, por ejemplo, ni siquiera llegarían a pensar que
no es necesaria una actualización constante y un dominio casi perfecto
de las herramientas a utilizar. Pero como el requisito de entrada al mundo
de las ventas es prácticamente nulo, entonces se cree que es una
actividad fácil o que se puede tomar a la ligera.
Sin embargo, basta que nos
enfrentemos a cualquier cliente para darnos cuenta que sólo los
bien preparados, los actualizados permanentemente y los conocedores expertos
son quienes sobresalen en el campo de las ventas. La primera tarea del
vendedor es vender. Pero para poder lograrlo amplia y profesionalmente,
se requiere de una serie de tareas previas. En las que se incluyen planeación,
organización, preparación, estudio, práctica y actualización.
De modo constante y permanentemente.
El seminario que tomamos
hace dos años o el libro que leímos el mes pasado sirvieron
a su propósito en ese entonces. Para enfrentarnos a los retos de
hoy, debemos mejorar hoy. Stephen Heiman y Robert Miller
afirman que:
“...aquello que nos
permitió llegar hasta donde estamos ahora,
ya no es suficiente ni
siquiera para permanecer ahí...”
Esto quiere decir que para triunfar
debemos ser más buenos hoy de lo que fuimos ayer y mañana
mejores de lo que somos hoy. Quienes van con la corriente — o por detrás
de ella — se arriesgan a encontrarse de repente en lugares donde no les
gustará estar.
NIVELES DE CONOCIMIENTO
EXPERTO
Con razón uno podría
preguntarse, ¿qué significa ser un vendedor experto? Porque
existen diferentes niveles de conocimiento experto. Uno es el conocimiento
profundo sobre el producto o servicio que vendemos. Otro es el conocer
a fondo las técnicas y sistemas de venta (desde la prospección
hasta el servicio). Y aún otro es el referente a volvernos expertos
en la gente con la que tratamos.
Larry Wilson los dividía
sólo en “conocimiento del producto” y “conocimiento de la gente,”
englobando en este último el conocimiento del proceso de la venta.
Sin embargo, pensamos que el “conocimiento de la venta” tiene una importancia
también fundamental.
Por tanto, para que un vendedor
pueda considerarse realmente como tal, pero con inicial mayúscula,
debe volverse un experto en los tres campos mencionados.
El conocimiento experto
del producto nos permitirá tener mayor seguridad, explicar y
demostrar sus cualidades de mejor modo y gustar más de él.
Entre más conozcamos lo que vendemos, más nos gustará.
Entre más nos guste, más fácil podremos trasladar
nuestro entusiasmo a nuestros clientes. Y, obviamente, entre más
entusiasta se muestre un cliente acerca de lo que le ofrecemos, seguramente
comprará más y mejor.
El conocimiento experto
de la venta garantizará que podremos traducir las características
de nuestro producto en ventajas y beneficios para nuestros clientes. El
cliente no compra nunca lo que vendemos. Siempre va a adquirir sólo
lo que piensa que nuestro producto le va a producir. El conocer de modo
experto las técnicas de prospección, nos permitirá
trabajar siempre con los mejores candidatos disponibles. Manejar a fondo
un contacto de alto impacto y una presentación realmente vendedora
hará que esos candidatos de calidad se conviertan en clientes de
calidad. Dominar el cierre nos permitirá obtener mayores clientes
y, consecuentemente, mayores ingresos. Y ser expertos en el servicio nos
asegurará que nuestros clientes permanezcan con nosotros e, incluso,
nos promuevan con sus relaciones.
Finalmente,
el conocimiento
experto del cliente, hará que podamos adaptar lo que tenemos
que ofrecerle a su situación. Es decir, trasladar nuestro mundo
al suyo, de modo que se de cuenta de todas las posibilidades de mejoría
de las que gozará si nos acompaña. Y en este tipo de conocimiento
experto se considera el dominio de las relaciones, el arte de la conversación,
la maestría en hacer sentir bien a la gente cuando está con
nosotros y la facilidad en la detección de necesidades.
Por supuesto, nada de lo
anterior es trabajo fácil. Pero es claro que eso es precisamente
lo que nos motiva. Si la profesión de ventas fuera sencilla, muchos
de nosotros no estaríamos en ella: le faltaría reto. Además,
sólo es posible obtener grandes recompensas cuando el trabajo para
conseguirlas ha sido también grande.
Pero podemos allanar el camino
si nos volvemos esos vendedores expertos. Y una de las recompensas más
gratas será la mirada de respeto que veamos brillar en los ojos
de nuestros clientes y, eventualmente, en los de nuestros competidores.